El concepto de competencia surge de la necesidad de valorar no sólo el
conjunto de los conocimientos apropiados (saber) y las habilidades y destrezas
(saber hacer) desarrolladas por una persona, sino de apreciar su capacidad de
emplearlas para responder a situaciones, resolver problemas y desenvolverse en
el mundo. Igualmente, implica una mirada a las condiciones del individuo y
disposiciones con las que actúa, es decir, al componente actitudinal y
valorativo (saber ser) que incide sobre los resultados de la acción.
La competencia es “un saber hacer frente a una tarea específica, la cual
se hace evidente cuando el sujeto entra en contacto con ella. Esta competencia
supone conocimientos, saberes y habilidades que emergen en la interacción que
se establece entre el individuo y la tarea y que no siempre están de antemano”
Abordar el enfoque de competencias es dar un viraje hacia los resultados
de la aplicación de esos saberes,
habilidades y destrezas. En otras palabras, las competencias se refieren a un “saber
hacer en contexto”. Por ello, la competencia se demuestra a través de los
desempeños de una persona, los cuales son observables y medibles y, por tanto,
evaluables. “Las competencias se visualizan, actualizan y desarrollan a través
de desempeños o realizaciones en los distintos campos de la acción humana”
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